miércoles, 28 de septiembre de 2011

a leer con atención

Queridos amigos:

Quiero compartir con ustedes la información de que la empresa Siemens (tal vez el mayor proveedor eléctrico del mundo) ha decidido abandonar la energía atómica y cerrar definitivamente sus actividades del rubro nuclear. Lo hace en consonancia con la decisión alemana de ir clausurando las 17 centrales atómicas de ese país. También influyó el reciente plebiscito de Italia, en el cual el 95 por ciento de los ciudadanos votó por no aceptar la opción nuclear como fuente de energía. Y, sin duda, todos estaban pensando en el accidente de la central atómica japonesa de Fukushima que, después de seis meses de producido, sigue aún fuera de control en el país más tecnologizado del mundo.
Por una extraña paradoja, Argentina es compradora de la primera y la última central atómica de Siemens. El primer reactor que construyó esa empresa, Atucha I, se colocó en Argentina, antes de que hubiera uno equivalente en Alemania. Sobrevuela esta historia la presunción de que los alemanes temían hacer una primera experiencia en su propio territorio y recién aceptaron cuando vieron que Atucha I funcionó un tiempo sin desastres. El último reactor que fabricará Siemens está en construcción en Argentina. Está ubicado junto al anterior y se llamará Atucha II.
Así, hemos pasado por el deslumbramiento inicial de la energía atómica al desencantamiento final, sin registrar su decadencia en los países del Norte. Todavía calificamos como "de punta" a una tecnología que ellos iniciaron, que nos vendieron para bajar sus costos y que ahora empiezan a abandonar. Inveterados compradores de chatarra sofisticada, estamos orgullosos de invertir en lo que los europeos descartan.
Los motivos por los cuales nos seducen tanto los espejitos peligrosos pero bellamente coloreados merecen una amplia discusión.
Un punto de vista que hemos sostenido a menudo es que vivimos en una sociedad que niega nuestra pertenencia de la naturaleza. Lo hace mediente mecanismos sutiles que nos llevan a olvidar ese vínculo profundo que tenemos con el medio natural que nos sustenta.
Por eso nuestra insistencia en mantener presente la conciencia de los ritmos de la naturaleza.

Antonio Elio Brailovsky -

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